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lena castells: Aquello a lo que (siempre hemos querido) llamar paz


Foto: Mónica Antón Bravo


Reflexiones y emociones tras la lectura del libro ”Calla y Olvida, violencias, conflicto vasco y la escucha vulnerable como propuesta feminista” de Andrea García González.


Calla y olvida transforma, moldea el pensamiento y siembra una semilla de esperanza en el alma. Una semilla que viene de lejos y que se labra desde las voces, las escuchas, los abrazos, las miradas de muchas mujeres que han sido anónimas, que han alumbrado una firme voluntad de apertura hacia nuevas formas de hacer, construir y desarrollar la paz. Una paz en minúscula que va más allá de la utopía porque está arraigada en lo cotidiano, en el sufrimiento y en la forma de vivirlo en soledad y de afrontarlo en comunidad, en el valor que se necesita para darse cuenta de que urge actuar para conocer, urge sentir incomodidad para incomodar, moverse para remover, tambalearse para que todas las certezas se derrumben y se pueda practicar una escucha-lectura vulnerable sin necesidad de plan de vuelo.


Calla y olvida desmonta algunos de los principios teóricos de la antropología que necesitaban una revisión, una nueva mirada, una práctica desde el conocimiento situado que cuestionara los lugares comunes y que resignificara conceptos rígidos mediante prácticas valientes. Este libro recuerda que la etnógrafa en el terreno es un ser humano con sus miedos, sus prejuicios, su visión personal, sus hipótesis y sus expectativas y que la observación participante no es neutra ni tiene que pretender serlo, que todo tiene que poder ser zarandeado. Es en y desde ese movimiento -en el que se tiene un pie en el suelo y otro en el aire-  desde donde se ha elaborado esta investigación sobre las violencias (en plural), el conflicto vasco y sus vulnerabilidades, y se ha hecho desde una propuesta feminista que tiene en cuenta todo lo que estaba invisibilizado, todo a lo que no se le había puesto el foco, todos los gestos minúsculos que incluso sus protagonistas no sabían que eran las urdimbres de algo más grande que ellas.


Calla y olvida desplaza a su autora, Andrea, -e inevitablemente también a sus lector*s- hacia un lugar diferente. Transmite cuáles han sido las acciones que siempre han quedado subordinadas porque eran las mujeres las que las estaban ensayando, las que las proponían, las que tenían que salir de su dolor y sobreponerse para ser capaces de crear relaciones desde el reconocimiento del dolor de la otra, de su vecina, de su amiga que le dejó de hablar durante años, de la tendera que ya no le daba conversación… mujeres que han dado un paso pequeño sin saber que ese paso era el primero que iniciaría un camino colectivo, que facilitaría asistir a encuentros para hablar, para escuchar, para sentirse vulnerable y desde ahí, dejarse abrazar para que ese pequeño gesto fuera el inicio de una revolución.


Calla y olvida provoca aprendizajes y revelaciones. Contribuye a identificar la utilización distorsionada de algunos conceptos, como la empatía, que no en pocas ocasiones se concibe y se acciona desde un lugar de privilegio.


Calla y olvida dice mucho de quien lo ha escrito por cómo y desde dónde lo ha escrito. Muestra la lucidez visionaria y generosa de quien ha tenido que invertir horas de vida, de esfuerzo y de entusiasmo en un proyecto que genera conceptos como la “escucha vulnerable”, que es a la vez una práctica que remueve, que ayuda a saber que cualquier actitud de escucha supone una situación de vulnerabilidad porque son las propias relaciones las que desestabilizan, que permite huir de todas las grandes verdades y las certezas intocables.


Calla y olvida incomoda. Proporciona una lectura que consigue que la silla de siempre resulte extrañamente ajena, que el suelo de repente se volatilice, que ese vértigo ante la desestabilización física y simbólica sea el verdadero motor para poder mirar el mundo y las relaciones humanas desde otro incierto lugar.


Calla y olvida conecta con todo lo no verbal de una manera extraordinaria y permite poner la atención en el cuerpo durante la escucha, recomponer lo individual para abrazar lo colectivo. Es un libro lleno de ojos, de gestos, de abrazos, de miradas y de sensaciones corporales. Es una propuesta feminista encarnada que desmonta estructuras, araña conceptos, desdibuja fronteras para construir algo hermoso que transciende y que se acerca un poco más a aquello a lo que (siempre hemos querido) llamar paz.


Gracias, Andrea, por iluminar el camino hacia esta paz.







lena castells torrens  Ama, hace fotos y escribe versos.

Antropóloga visual y escritora peligrosa. Bollera transfeminista y

activista por los derechos LGTBIQA+ desde una mirada cuir. 


Andrea García González es parte de la comunidad de Escritoras Peligrosas. Es antropóloga feminista y lleva años investigando sobre conflictos armados y procesos de paz. Previamente trabajó en prevención de violencia machista, principalmente en la cooperativa Pandora Mirabilia, la cual co-fundó con amigas maravillosas.


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