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DANIELA BECERRA: Cercar a la presa. Reseña de Lo prohibido de Esmeralda Berbel.



El libro Lo prohibido de Esmeralda Berbel en las calles de Barcelona
El libro Lo prohibido de Esmeralda Berbel en las calles de Barcelona


Ella es fuerte, vulnerable, generosa y él amable, manipulador y carismático. Los personajes de Lo prohibido, no caen en estereotipos. Hay una ambivalencia que impide catalogar.

Leer esta novela me lleva a parajes conocidos, a una historia que sin ser mía habla de mí y de otras mujeres cercanas y lejanas.

Cuando la gente o nosotras mismas nos reclamamos el habernos quedado demasiado tiempo al lado de un maltratador, olvidamos las sutilezas, los detalles que van tejiendo esa red de complicidad y dependencia. ¿Qué conduce a una mujer independiente a dejarse envolver por alguien así? A mí ya me pasó. Déjalo ya, te está manipulando pensaban mis amigas, así como yo misma le rogaba a la protagonista de Lo prohibido que bloqueara al hombre, que no le contestara más sus llamadas, que huyera de todo ese tejido familiar de cuidados en el que se había ya embarcado.

El libro surge de una necesidad vital y urgente de narrar una relación en que el poder de uno de los personajes va inscribiéndose en la vida de otro, relata Esmeralda Berbel (Badalona, 1961). Es un maltrato perverso y sutil.

¿Cuántas mujeres seguramente se identificarán con esta historia? Los pequeños detalles. Lo cotidiano. La taza de café, la mala cara, el cuidado de hijos ajenos, la convivencia con ex mujeres, la inseguridad, las ausencias, los silencios, el no llamar durante días para después desbordarse obsesivamente. Bombardeo de amor o Love bombing, le llaman hoy. Gaslighting, manipulación.

A través de escenas cotidianas donde pasa poco y pasa mucho, los personajes van creciendo en matices y profundidad. Los silencios pesan. No hay juicios. Solo los hechos. Pequeñas cosas. Él le pide que nunca se corte el pelo, que deje sus clases y solo se dedique a escribir... La calma de él, la confusión. Las frases vacías y repetitivas. El desprecio al trabajo de ella, la devaluación de sus logros. La envidia. Y al mismo tiempo, el sexo, la piel, el deseo, los cuerpos que se encuentran a pesar de los niños, de la precariedad económica, de los ires y venires y la distancia.


En mi caso debí de haberme ido antes... pero me quedé veinte años. ¿Por qué me exaspera que la protagonista se quede después de las primeras injurias? ¿Quién dice cuándo es tiempo de partir?


Esmeralda Berbel logra darnos voz, recuperar la dignidad de las que fuimos maltratadas y decidimos quedarnos. La protagonista, cuyo nombre no conocemos, minimiza lo que percibe, cree que hace algo mal, luego comienza a darse cuenta que no es así, pero lo deja pasar... No me hables así, le dice, pero él la ignora y luego la tortura en busca de una verdad que no existe. No me pegues, decía yo, ante los golpes “de juego” de mi marido. Las hermanas callaban. Pero había un algo en la voz que igual que la protagonista de Lo prohibido, no causaba efecto en el violentador. Quizá era el tono. Las palabras y el tono. El miedo. Lo que se dice y lo que se calla.


La madre de ella, reprueba pero tampoco lo confronta. Los hijos de él se adaptan y se protegen. La hermana de él lo cuida y disculpa: Un hombre difícil, eso es suficiente para eximirlo. Él tiene a su alrededor una red de ex mujeres, hijos, hermanas que lo sostienen y lo miran sin juicio. Salvo una sobrina, están todos embrujados, encandilados por el gran seductor.

Lo prohibido está narrado en pequeños fragmentos en primera persona y en segunda persona. La primera persona da intimidad y la segunda amplia la mirada. Y yo como lectora, me dejé guiar, en esos recorridos del tren entre Barcelona y las afueras, me enamoré de él y su misterio, sus intervenciones intelectuales. Pero mis alertas se encendieron cuando lo escuché dar argumentos enredados escribir largos textos sin sentido, echarse largos monólogos, vaciar al lenguaje y dejar solamente el tono. Exigir verdades etéreas, exigir saberlo todo. Tejer su red. Y me asusté cuando vi sus cambios de humor y ese modo de ella de andar de puntitas. “Lunes: Aprendo a surfear sus gestos, su voz. Si lo consigo la vida con él es tranquila.”

A pesar de lo mucho que la novela me gustó, tardé dos meses en terminarla. Desde aquel día en el Barrio Gótico en que Esmeralda me la firmó hasta una noche de lluvia en la Ciudad de México en que cerré el libro. Quizá la novela me acompañó durante tanto tiempo porque yo tampoco estaba lista para dejarla ir. Porque quise volver a sentir el deseo, la añoranza, el anhelo por un hombre flaco, enigmático y la ilusión de la protagonista por ese enamoramiento que la llevó a cuidar, sostener y a escribir. Porque quise acompañarla a ella. Mirar el paisaje que se desvanece desde el tren. Cuidar a los niños de él, cocinar, arropar, contar cuentos. Escribirlo todo. Desear, soltar, regresar, creer que se ha formado una familia cuando solo se ha tomado el rol de cuidadora intercambiable, desechable. Las palabras. El cuidado. Los diarios. Mirarla a ella cómo se entrega, sabiendo que nada será suficiente para él.

La acompaño a ella, la protagonista de nombre colorido, la valido.

Le digo, tómate tu tiempo. Aquí estamos muchas para sostenerte.



Lo prohibido

Esmeralda Berbel

Tres hermanas


Cortometraje basado en la novela


Entrevistas


Albert Lladó conversa con Esmeralda Berbel https://youtu.be/QaaknQO-ms8


Daniela Becerra ha publicado en Literal Magazine, Nagari, Escritoras Mexicanas, Reforma, El Financiero, Harper’s Bazaar y Elle, entre otros medios. Aunque siempre quiso estudiar Letras, es licenciada en Comunicación. Durante la pandemia publicó el libro colectivo Palabras Entrelazadas y posteriormente Calladas palabras. Hoy coedita la publicación digital Anfibias Literarias y forma parte del grupo de Escritoras peligrosas.





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