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MACIEL SILVA: "Cartucho" de Nellie Campobello, el instante que se hace eternidad




Leer Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México es leer historias de hombres de la revolución; retrata la vida, o mejor dicho, la muerte de hombres. Desde luego, hay algún relato sobre alguna mujer revolucionaria, en el sentido estricto de la palabra, es decir, armada, coronela, que anda en el campo de batalla, pero ésta constituye un caso excepcional. Sin embargo, es también la historia de revolucionarias, de una en particular; es la narración de cómo las mujeres tuvieron una importancia definitiva en este proceso tan complejo que llamamos revolución mexicana. No hay un relato que esté dedicado a la vida de Rafaela, pero en cambio todo el libro se encuentra hilvanado por sus recuerdos, su indignación y tristeza, su generosidad y compasión, su actuar firme y valiente en una época y en un lugar en donde la crudeza tuvo alcances apenas imaginables. Es la historia de muchos revolucionarios, y de muchas revolucionarias; es la historia de Rafaela Luna, la Mamá de Nellie Campobello.


Cartucho es una obra breve escrita en 1931, con una segunda edición años después, y con ella basta para que la autora tenga un lugar protagónico en la literatura mexicana; sin embrago, hasta muy recientemente empezó a ser reconocida, y nada más por eso, vale la pena escribir sobre ella. Es un texto escrito por una mujer, narrado desde la mirada de una niña o adolescente, estructurado en un conjunto de relatos breves que son al mismo tiempo históricos, testimoniales, biográficos y autobiográficos, literarios… por eso es muy difícil colocarlo en algún género en particular, ya estas características son suficientes para que la obra no tuviera la aceptación que otros textos ya tenían en el contexto de la literatura de la revolución. Sin embargo, Cartucho tiene una característica más problemática para la época: son los recuerdos de una mujer villista, y eso sí era imperdonable en una época en la que los triunfadores eran sus acérrimos enemigos.


El libro adquiere su nombre por el primer personaje relatado: “Cartucho no dijo su nombre”. Estas primeras palabras apuntan la generalidad de todos los personajes contenidos en él; personajes sin nombre, de aquellos de los que en los libros de historia casi no se suele hablar y, no obstante, para Campobello, son los únicos hacedores de la historia; los protagonistas de una historia universal. Así, Cartucho es, también, una inversión de la historia que coloca como protagonistas a los hombres de poder… para Nellie lo que constituye la historia no son solamente los grandes líderes, sino los hombres y las mujeres reales, quienes significan muchas veces sólo un instante, pero de tal magnitud que trascienden hasta la eternidad. Esa es la historia universal de Nellie Campobello, y es quizás el momento para que los historiadores se planteen si no se ha escrito ya bastante la historia desde el mismo punto de vista; momento para pensar si no habrá que escribirla ahora desde los verdaderos actores del devenir histórico.


Las narraciones transcurren en la Segunda del Rayo, una calle que es la mera entrada a la ciudad de Parral, en Chihuahua, y están basadas en acontecimientos reales de uno de los momentos más difíciles, por su agresividad, de la revolución mexicana, entre 1916 y 1920, de ahí su carácter testimonial e histórico, pero con la singularidad de que son presentados desde la mirada de una niña. Esta característica ofrece un componente muy especial: vacía el texto de maniqueísmos simplistas de un proceso complejo; narra la violencia de manera directa, se despoja del filtro moral de la época. Pero esto no debe entenderse en el sentido de “despojar del sentimiento”; al contrario, con frecuencia expresa emociones de tristeza, indignación, dolor profundo, ya sea de su madre o de ella misma.


Para la época en la que se publicó la primera edición de Cartucho, los grandes vencedores de la revolución en el poder eran propietarios del discurso histórico, y ahí los villistas no tenían ya cabida. Los de abajo de Azuela, por ejemplo, con todo y ser una novela de la revolución, los presenta como sanguinarios, asesinos, sin ideales más allá de su sed de destrucción, razón por la cual la novela gozó de bastante aceptación, hasta hoy en día. Pero esa imagen contrastaba mucho con los jóvenes que Campobello conoció de primera fuente, o de quienes su madre le contó, a quienes Cartucho presenta con una mirada mucho más digna: “Su panorama fue el mismo de todos. Hombres del campo, temidos de frente y muertos por la espalda”.


En Cartucho, los villistas son presentados con dignidad, humanidad, a veces son nombrados amigos, son valientes, leales, con frecuentes gestos de amabilidad. La niña narradora los mira, juega con ellos, los molesta con jeringas de agua, observa su vestir, su manera de andar, escucha las cosas que dicen, los ve enamorados, dispuestos a morir si la necesidad histórica así se los exige.


Como si de fotografías se tratara, Campobello retrata personas que con frecuencia transgreden la línea entre la vida y la muerte. Esto dicho en los dos sentidos de la expresión. Por un lado, son jóvenes que han perdido el miedo a la muerte; saben que en cualquier momento deben entregar la vida en el cumplimiento de la tarea que la propia historia les asigna. Pero también, en otro sentido, en el sentido casi místico, los personajes de Cartucho no precisan un momento particular que defina el instante de la muerte física. Este aspecto explorado por Juan Rulfo se encuentra presente en los cartuchos de Nellie Campobello; la frontera entre la vida y la muerte se encuentra todo el tiempo atravesada: “A pesar de todo, aquel fusilado no era un vivo, el hombre mocho que pasó frente a la casa ya estaba muerto”; “Yo sé que el joven centinela no murió junto a la piedra grande. Él ya era un fantasma”; “Yo sé que te van a matar. Tu cara lo dice”…


Campobello no sólo dio voz a los revolucionarios en el sentido más acotado del término, sino también a las revolucionarias, a su madre, a las mujeres de Parral, poco reconocidas por diversas razones, pero en particular por el concepto tan estrecho que la historia monumental ha forjado del término. Si la revolucionaria es la mujer que carga con su fusil, en el campo de batalla, con su cartuchera amarrada al cuerpo, es probable que encontremos algunos casos excepcionales. Pero el papel revolucionario no puede restringirse a eso. Las mujeres de Parral trataban con absoluta fraternidad a los hombres que se encontraban condenados a morir… que en unos momentos serían fusilados… daban palabras de cariño a los heridos de muerte… mandaba libros a los presos… se indignaban, protestaban, exigían justicia, lloraban por ellos…


“Mamá”, así, con mayúscula, como si de su nombre se tratara, enseñaba a la niña Nellie a sentir compasión por la humanidad, aun cuando seguramente debió tratarse de una mujer fuerte, se mostraba capaz de sentir una profunda ternura en diferentes momentos, y probablemente el otorgar unas últimas palabras a una persona que se encuentra a punto de morir sea un acto tan profundo como la valentía de aquellos hombres dispuestos a dar la vida por una causa revolucionaria.


Hay muchas razones para leer Cartucho, pero hoy en día la más significativa es que la niña, o adolescente, propietaria de la voz narrativa, relata sus recuerdos en una época en la que la muerte se encontraba normalizada (los pasajes en lo que la niña juega con los muertos abundan), y aunque las mujeres expresan dolor, tristeza, indignación, la muerte se ha vuelto el día a día… Actualmente, en México miles de niñas viven de esa misma manera la muerte, y esa sola razón bastaría para volver a Campobello una y otra vez.


Cartucho es una excelente invitación a repensar el concepto de “lo revolucionario”, así como cuestionar, quizás sin proponérselo, la forma en la que nos es presentada la historia; volver la mirada hacia la grandeza de los vencidos, y las vencidas. Dejar que los muertos, nuestras muertas, pasen al olvido significa dejar que los otros, los vencedores, no dejen de vencer. Sólo la memoria es capaz de regresar la dignidad a los vencidos. Esa es la grandeza de Cartucho: eterniza a los sin nombre.




Bibliografía

· Aguilar Mora, Jorge, “El silencio de Nellie Campobello”, en Campobello, Nellie, Cartucho, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.

· Campobello, Nellie, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.

· Campobello, Nellie, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, México, Brigada para Leer en Libertad, 2018.

· Vargas Valdés, Jesús y Flor García Rufino, Nellie Campobello, mujer de manos rojas, México, Abrapalabra, Biblioteca Chihuahuense, 2013.

· Vargas Valdés, Jesús y Flor García Rufino, “Prólogo”, en Campobello, Nellie, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, México, Brigada para Leer en Libertad, 2018.






Maciel Silva, historiadora y filósofa mexicana, con una profunda admiración por todas las personas que han creído, a lo largo de la historia, en la posibilidad de hacer de éste un mundo más acogedor y justo, y han trabajado por él. Con un poquito de experiencia en investigación sobre movimientos armados en América Latina y otro poquito en trabajo editorial. En formación para trabajar con libros y más libros. Profesora de jóvenes muy rebeldes en bachillerato, aunque los de secundaria no se quedan atrás… afortunadamente. En resumen, una eterna aprendiz.

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