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ISABEL DE LA VEGA: Un picnic literario alrededor del tema de la comida.


Ilustración realizada por Amalia Acitlali @acitlalivas. Técnica: pastel.



Antes de que el tiempo nos gane y la memoria se nos adelante, escribo los recuerdos, lo más frescos posibles, de la primera sesión del Picnic literario al que Brenda Isabel Pérez y Andrea Ortiz convocaron. Éste se celebró el domingo 23 de abril, día caluroso en la ciudad monstruo en el que también se festejó el inicio de la temporada de Tauro y el Día del libro.

El evento partió de un tweet que Brenda publicó, donde expresaba su interés en realizar un día de campo, al que Andrea le hizo segundas y entonces comenzaron a organizarlo. Limitaron el evento a veinte mujeres y nos exhortaron a llevar variedad de alimentos para compartir, y textos que leeríamos en voz alta, de una duración no mayor a ocho minutos, que versaran sobre la comida.


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Veinte minutos después de la doce del día, estábamos cerca de dieciséis mujeres sentadas sobre manteles que tenían dibujos y colores diferentes al arquetipo del mantel de picnic, que suele ser de cuadros rojos y blancos, y que comenzaban a deleitar el sentido de la vista con el festín que se extendía al centro, incrementándose cada vez que alguien se sumaba a la reunión. Teníamos frente a nosotras mango, coco, zanahorias, naranjas, jugo, paté de atún, rebanadas de baguette, ensalada fresca, hummus casero, rollitos primavera, galletas de animalitos, palomitas y jelly beans.

Yo preparé un brownie, receta familiar secreta que varios de mis novios se han interesado en conseguir, y con una sonrisa me niego tajantemente a compartir, argumentando que hasta que sean parte de la familia de la Vega Hernández podré facilitarles.


Brenda y Andrea dieron inicio a la reunión presentándose y agradeciendo nuestra asistencia, compartiendo que se sentían halagadas por el hecho de que su gusto por leer hiciera eco entre las presentes. Inauguraron las lecturas con el ensayo Las harinas de Alma Guillermoprieto, donde la autora cuenta el gusto de una amiga por hacerse tortas del pagadito de la sopa de fideo, descripción con la que se nos hizo más agua la boca, así como propone hacer un concurso internacional de platillos hechos a base de harina con harina, donde considero que México, con el Guajolocombo, ganaría.


Entre lectura y lectura, nuestras anfitrionas motivaban la conversación al preguntarnos por las emociones y recuerdos que los textos nos evocaban, pero también mediante preguntas puntuales como el primer alimento que recordábamos haber ingerido y nuestra comida favorita de niñas y sus razones.

Durante la conversación, salieron a colación libros como Amadís de Anís de Francisco Hinojosa y Kitchen de Banana Yoshimoto, la distribución arquitectónica de las cocinas, lo que nos evocan estos espacios, nuestro anhelo por cocinar en la de casa de nuestros padres (que en su mayoría son mucho más amplias que las nuestras) y la función simbólica que se desarrolla en dichos espacios. Indudablemente la conversación decantó en cómo las mujeres hemos sido relegadas a este ámbito interior, y a su vez, en la Thermomix, a la que sigo sin dar crédito que desmenuce el pollo, considerando más viable que en su interior tenga apresada a una personita que se encarga de dicha tarea.

Cuando llegó mi turno de compartir, leí Lentejas con manzana, de Isabel Zapata, una de mis escritoras mexicanas favoritas, a quien sentí que no le hice mérito al leer su cuento en la pantalla de mi celular y no desde las páginas de la primera edición de su libro al no tenerlo conmigo.


Más adelante, Amalia, asistente al evento, nos compartió que para su tesis de titulación de la licenciatura en Antropología realizó una investigación en torno a lo que significa la alimentación saludable en México, lográndolo a través del análisis de anuncios publicitarios de varias décadas atrás en el país, así como con entrevistas y etnografías en mercados y restaurantes, concluyendo que el concepto de alimentación se construye desde el discurso científico, sobre el cual, inevitablemente prima la tradición culinaria mexicana y el asedio de las tendencias de los hábitos de consumo con los que los medios de comunicación nos asfixian.


También Andrea nos platicó que está terminando la licenciatura en Letras Hispánicas y que su tesis versa sobre el espacio de las cocinas en la cuentística de Elena Garro . ¡Y claro! ¡Sí! ¡Por supuesto que les dije a ambas que estoy interesada en leer sus investigaciones!


Continuamos la sesión reflexionando sobre la cantidad de nosotras que comemos solas, paradas junto al fregadero y de la cazuela donde guisamos, angustiándonos día a día por no tener tiempo de preparar los alimentos del día siguiente, cuidando de no incluir los ingredientes que por razones médicas y/o que el mito de la belleza nos restringe, así como por las tendencias la alimentación clean del mercado y por ende los productos que encontramos en venta en los espacios donde surtimos nuestra despensa. Hablamos también de cuántas nos enfrentamos a diario a la obligación de asistir a eventos a los que a la mera ya no deseamos ir pero por compromiso no podemos cancelar, a la ansiedad social que provoca llegar a un lugar donde no conocemos a nadie, a tirar la toalla al estar por llegar al Parque Rosario Castellanos un domingo en la mañana para compartir lecturas con mujeres.

También comentamos las impresiones de la sesión, coincidiendo en la importancia de la existencia y participación en los espacios de escucha atenta y de recibir retroalimentación a lo que leemos y que éstos sean lugares seguros.

Refuerzo la importancia de socializar estas situaciones, ya que en el pasado, el interés femenino por tener acceso a la educación superior, al voto, a anticonceptivos y al divorcio, se encontró en el mismo punto.


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La idea de escribir este texto surgió en la misma sesión, cuando Eli Conte sugirió que debíamos hacer una segunda sesión del Picnic pero donde se hiciera un ejercicio de escritura a partir de lo que nos detonaba la comida, lo cual me pareció muy oportuno ya que, al ligarlo con mi área laboral, los archivos me parecen sumamente vitales, y con mi memoria, juraría en unos años que en lugar de un picnic, ese día hicimos una carne asada.

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Archivo Casas (@archivocasas) es un repositorio digital y proyecto autogestivo alrededor de las casas y la literatura, coordinado por Brenda Isabel Pérez y Adriana Ventura. El evento de Picnic Literario surgió con el diálogo y participación de Espacio compacta, auspiciado por Andrea Ortiz.








Isabel de la Vega Cuernavaca, 1994. Licenciada en Estudios e Historia de las Artes por la Universidad del Claustro de Sor Juana, Ciudad de México. Fue Coordinadora del Archivo Histórico en la Galería Kurimanzutto, Ciudad de México (2018-2021). Tuvo a su cargo el Archivo Documental Histórico y Vivo del Centro de Estudios, Creación y Documentación de las Artes (CECDA) de la Universidad Veracruzana (2022) y actualmente se desempeña como Asistente de Archivo del artista Damián Ortega.

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