Con el corazón en la mano
He empezado a desarrollar una cálida y amorosa relación con la cicatriz en mi pecho, cicatriz de mastectomía, una rajada larga que se extiende desde el centro de mi tórax, donde hace unas cuantas semanas aún había un seno, hasta la axila. La cicatriz está localizada en el lado izquierdo de mi cuerpo, el lado del corazón por lo que me inclino a creer que es aún más amoroso haber perdido el seno del lado del corazón, que de alguna manera ese pecho mío era un escudo de grasa y tejido que le daba mayor protección a las entrañas de mis sentimientos. Ahora esa coraza se ha ido y ha quedado tan solo esta costura de hilo quirúrgico que me he dado a la tarea de modificar, sí en lugar de ponerme esa gasa-color-piel que según los médicos ayudará a que “no quede marca después de la operación” yo he decidido darle color, la sustituiré, repasaré la costura con hilos de colores, sí esos hilos de colores que tengo en mi caja de costura, hilos gruesos para bordar. Con rojos, azules, amarillos y verdes empezaré a bordar un punto de cruz perfecto en mi pecho siguiendo la linea poco recta de mi cicatriz.
Cuando termine de bordar, metiendo y sacando la aguja en mi piel y entrelazando los colores de los hilos haré un nudo sencillo y poco marinero que me permita abrir y cerrar la ranura de mi pecho, así me será mucho más sencillo demostrar mis sentimientos cuando hable con una persona amada o cuando calle ante los que no entienden del amor.
Tendré la libertad absoluta de sacar mi corazón de su caja torácica de vez en vez, no a diario pero sí cuando sea necesario, tampoco quiero que se enfríe o que se deje ver con demasiada frecuencia pero mi corazón tendrá la libertad de entrar y de salir de mi pecho como un gorrión en primavera que se asoma hacia la vida o se acurruca en la calidez de su nido. Desarrollaré el arte de tomar a mi corazón con los dedos de manera cuidadosa y suave, encontrando los puntos más fuertes para meterlo y sacarlo a mi antojo, siguiendo su propia voz cuando quiera experimentar sensaciones con sus venas y ojos.
Será un placer poder compartir el mundo con-el-corazón-en-la-mano y poder asomarlo a la barandilla de la vida para que vea el dolor y el sufrimiento o el amor y la compasión sin barreras, sin que la piel, los músculos, los tejidos o un seno imperfecto esté en su camino. Mi corazón tendrá contacto directo con el mundo y experimentará las sensaciones, los olores y los dolores a su propio pulso.
Pum-pum, pum-pum ahí viene mi corazón, lo llevo en mano para que sienta el viento y la brisa, para que despeine sus venas con el aire de la primavera. Pum-pum, pum-pum ahí viene mi corazón con gotas de sangre corriendo por sus venas cuando vibra al ver la vida que nos rodea. Pum-pum, pum-pum así late mi corazón en la mano, un corazón privilegiado que puede entrar y salir de su madriguera para ver las caras de quien más amamos y escuchar las voces de quien nos recuerda.
Mi corazón que entra y sale porque ya no hay músculos y tejidos que lo escuden de sentir, tan solo una delgada cicatriz lo separa del mundo, una costura que me he dado a la tarea de engalanar con hilos de colores para abrir y cerrar en un punto de cruz perfecto que permita sacarme el corazón cuando sea necesario y resguardarlo cuando ya no requiera más tenerlo a mano.
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Lucía Carbó–Sivertsen. Originaria de la Ciudad de México, (1968) es Licenciada en Ciencias de la Comunicación con especialidad en producción de radio por la Universidad Iberoamericana y el Instituto Oficial de Radio y Televisión Española RTVE, Madrid. Fue presentadora de noticias, productora y conductora de programas de enfoque social en Núcleo Radio Mil y en Monclova así como corresponsal en NYC. En el 2002 se mudó a Suecia y durante más de una década trabajó en Volvo Group. Su ”De ánimo ambulatorio”, originalmente publicada en un diario de Monclova, tomó el formato digital sumando a las entradas dos capítulos: ”En mi cuarentena particular” y ”Las voces de mis mujeres”. En el 2021 Lucía regresó a los micrófonos, esta vez como presentadora y reportera en la Radio Nacional Sueca.
Crédito de imagen: Camila Muñoz Becerra
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